sábado, 5 de agosto de 2017

EL AFECTO

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El afecto es un patrón de comportamiento observable en el que hay expresión de sentimientos experimentados subjetivamente. Son tipos de afecto la alegría, la cólera, la tristeza, etc. Esta es la definición más técnica. 

La Real Academia de la Lengua Española lo define como sentir aprecio por algo o alguien. En esta última definición hay como un deseo de acercamiento, de aproximación, hacia ese algo o alguien motivado por los sentimientos que se experimentan. El primer concepto es más amplio.



En los trastornos del afecto se pueden observar:
1) El afecto inapropiado: cuando vemos discordancia entre lo que se expresa y lo que se piensa y siente.
2)   El afecto plano: cuando hay ausencia o inexpresión de los sentimientos.
3) El afecto embotado: cuando hay una reducción significativa de la intensidad en la expresión emocional.
4) El afecto lábil o sensible: que serían cambios bruscos en la expresión emocional.
5)   El afecto constreñido o restringido: cuando hay una reducción ligera de la gama de expresión emocional.

Dar o recibir afecto es muchas veces una dificultad en muchas personas en sus existencias. A veces hay personas que les es fácil recibir afecto, pero les puede costar enormemente expresarlo, o viceversa. Este desequilibrio se puede convertir en una constante en la historia individual.

En las relaciones humanas el intercambio de afectos debe ser ejercido desde la libertad personal, sin imposiciones, sin condicionamientos y sin dependencias para que sea realmente sano. Lo que cada persona interpreta en ese intercambio de afectos viene determinado por la historia personal y por las circunstancias del sujeto. Esto nos tiene que llevar a comprender y a aceptar que habrá muchos momentos en los que no recibiremos los afectos que deseamos y/o no aportaremos a los demás lo que los otros esperan.

Cuando una persona tiene dificultades en la expresión de afectos habría que preguntarse qué habrá vivido o qué situación personal vivirá esta persona para no ser capaz de dar una respuesta adecuada a la situación que vive. Aquí es donde mandan los miedos, las inseguridades, los sentimientos de rechazo. ¿Cuántas personas, por ejemplo, son capaces de expresar mucha ternura hacia un animal y ser incapaces de expresarla hacia otra persona? El miedo al rechazo puede ser un ingrediente muy condicionante en este sentido. El miedo a dar porque pierdo. Dar sentimientos porque pierdo algo muy importante de mí, o porque a través de ahí me puedan manipular.

La única opción que tenemos para enriquecer nuestra vida anímica es asumir esos riesgos, dándonos y conociendo a los demás, porque para sentir de forma verdadera hay que conocer.

Los sentimientos hay que expresarlos, no negarlos o constreñirlos, pero sí, modularlos dándoles una canalización y expresiones adecuadas. No tengo otra forma de aprender a encauzarlos (los sentimientos), si no los expreso y los recepciono, aceptándolos.

Los buenos vínculos humanos surgen de los afectos. Cuando un padre, por ejemplo, limita al hijo en algún aspecto, debe mandarle dos mensajes, uno racional desde la comprensión de por qué le limita y otro afectivo del sentimiento que tiene en la situación que da más sentido a por qué lo hace. ¡Cuántas relaciones se deterioran por no expresar los afectos!

Hay más comunicación afectiva en lo no verbal que en lo verbal, pero si los compatibilizamos y armonizamos, daremos las mejores respuestas. Aquí, el contacto físico juega un papel primordial.

Impide que en tu vida el miedo y la inseguridad bloqueen tus sentimientos y tu acercamiento a los otros.

Si quieres llegar bien a los demás, escúchate, conócete y siéntete, luego déjate fluir.

Un fuerte abrazo.

Juan Fernández Quesada. 

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