El afecto es un patrón de comportamiento observable en el que hay
expresión de sentimientos experimentados subjetivamente. Son tipos de afecto la
alegría, la cólera, la tristeza, etc. Esta es la definición más técnica.
La Real Academia de la Lengua
Española lo define como sentir aprecio por algo o alguien. En esta última
definición hay como un deseo de acercamiento, de aproximación, hacia ese algo o
alguien motivado por los sentimientos que se experimentan. El primer concepto
es más amplio.
En los trastornos del afecto se pueden observar:
1) El
afecto inapropiado: cuando vemos discordancia entre lo que se
expresa y lo que se piensa y siente.
2)
El
afecto plano: cuando hay ausencia o inexpresión de los
sentimientos.
3) El
afecto embotado: cuando hay una reducción significativa de la
intensidad en la expresión emocional.
4) El
afecto lábil o sensible: que serían cambios bruscos en la
expresión emocional.
5) El afecto constreñido o restringido: cuando
hay una reducción ligera de la gama de expresión emocional.
Dar o recibir afecto es
muchas veces una dificultad en muchas personas en sus existencias. A veces hay
personas que les es fácil recibir afecto, pero les puede costar enormemente
expresarlo, o viceversa. Este desequilibrio se puede convertir en una constante
en la historia individual.
En las relaciones humanas el
intercambio de afectos debe ser ejercido desde la libertad personal, sin imposiciones,
sin condicionamientos y sin dependencias para que sea realmente sano. Lo que
cada persona interpreta en ese intercambio de afectos viene determinado por la
historia personal y por las circunstancias del sujeto. Esto nos tiene que
llevar a comprender y a aceptar que
habrá muchos momentos en los que no recibiremos los afectos que deseamos y/o no
aportaremos a los demás lo que los otros esperan.
Cuando una persona tiene
dificultades en la expresión de afectos habría que preguntarse qué habrá vivido
o qué situación personal vivirá esta persona para no ser capaz de dar una
respuesta adecuada a la situación que vive. Aquí es donde mandan los miedos,
las inseguridades, los sentimientos de rechazo. ¿Cuántas personas, por ejemplo,
son capaces de expresar mucha ternura hacia un animal y ser incapaces de
expresarla hacia otra persona? El miedo al rechazo puede ser un ingrediente muy
condicionante en este sentido. El miedo a dar porque pierdo. Dar sentimientos
porque pierdo algo muy importante de mí, o porque a través de ahí me puedan
manipular.
La única opción que tenemos para
enriquecer nuestra vida anímica es asumir esos riesgos, dándonos y conociendo a
los demás, porque para sentir de forma
verdadera hay que conocer.
Los sentimientos hay que
expresarlos, no negarlos o constreñirlos, pero sí, modularlos dándoles una
canalización y expresiones adecuadas. No tengo otra forma de aprender a
encauzarlos (los sentimientos), si no los expreso y los recepciono, aceptándolos.
Los
buenos vínculos humanos surgen de los afectos. Cuando un padre,
por ejemplo, limita al hijo en algún aspecto, debe mandarle dos mensajes, uno
racional desde la comprensión de por qué le limita y otro afectivo del
sentimiento que tiene en la situación que da más sentido a por qué lo hace. ¡Cuántas
relaciones se deterioran por no expresar los afectos!
Hay más comunicación
afectiva en lo no verbal que en lo verbal, pero si los compatibilizamos y
armonizamos, daremos las mejores respuestas. Aquí, el contacto físico juega un
papel primordial.
Impide que en tu vida el
miedo y la inseguridad bloqueen tus sentimientos y tu acercamiento a los otros.
Si quieres llegar bien a los
demás, escúchate, conócete y siéntete, luego déjate fluir.
Un fuerte abrazo.
Juan Fernández Quesada.
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